«Fiestera y despreocupada, Cris está harta de que sus amigas le cuenten sus dramas amorosos. Ella pasa de enamorarse, prefiere liarse con quien quiera en cualquier momento. ¿Para qué rayarse más? Pero todo cambia cuando conoce a una chica misteriosa…»

¿Qué es Skam?

Así comienza la sinopsis de la segunda temporada de Skam, la nueva apuesta de Zeppelin TV para Movistar+. Importada directamente desde Noruega, su rotundo éxito ha supuesto la realización de diversos remakes a nivel internacional: Francia, Alemania, Italia, EEUU… y ahora, también España, que como era de esperar ha sabido hacer suyo el formato y balancear de forma admirable el contenido de la serie original con el estilo de la península.

Nuestro Skam (en español, Vergüenza) cuenta la historia de cinco chicas que comienzan bachillerato en Madrid. La serie centra cada temporada en una de estas chicas, donde a través de sus experiencia habla de historias que aquejan a toda una generación de adolescentes: las relaciones dependientes y tóxicas, la religión, el cyberbullying, el feminismo, el rechazo de las amistades y el descubrimiento de la propia identidad. La ficción trae a la mesa toda clase de tabúes y tópicos de actualidad, alrededor de los cuales intenta empezar una discusión abierta y arrojar visibilidad.

Si la primera temporada estuvo centrada en Eva, una chica que nos mostró la importancia de la reafirmación personal y de zanjar relaciones de dependencia, la segunda temporada nos trae la historia de Cristina Soto, una chica tiene que lidiar con enamorarse de alguien de su mismo sexo. Cris se ve obligada a deconstruirse como persona, aceptar sus nuevas emociones y aprender a gestionarlo de una manera sana y actual. La serie ahonda en esas emociones contradictorias y confusas dando voz a la realidad de muchas adolescentes que como Cris, se ven
abocadas a una situación todavía complicada de manejar a día de hoy, pero que se presenta con una naturalidad y un respeto que llega a resultar incluso adictivo. Además, gira en torno a un tema poco explorado en la ficción española hasta día de hoy: la bisexualidad femenina.

¿Ficción o realidad? El papel del transmedia

Lo verdaderamente interesante de Skam es su innovador formato. La serie se ha propuesto hablar de vidas de adolescentes reales de forma que la barrera entre realidad y ficción queda difuminada, algo que ha conseguido a través del transmedia. Cada episodio de la temporada se divide en una serie de clips que se cuelgan en la web. Lo particular de estos clips es que se suben el día y hora exactos en la que está ambientada la ficción. Esto se conjuga con las conversaciones de WhatsApp de la protagonista, sumado a una serie de perfiles en plataformas como Instagram o YouTube, donde los personajes cuelgan vídeos, publicaciones o incluso stories de su día a día que coinciden con la línea temporal de la historia. De esta forma, la serie respira a través de un entorno plenamente digital que permite conjugarse a la perfección con los nuevos lenguajes digitales de la generación Z y su nueva forma fragmentada de visionar cualquier contenido audiovisual. Y si esto no termina de convencer, Movistar+ pone los episodios completos en su plataforma bajo demanda todos los domingos para los espectadores más tradicionales.

El éxito de Skam se debe a la franqueza con la que se dirige a su público. Los personajes no son ni buenos, ni malos. Todos hacen cosas positivas y sufren sus cagadas. Estas historias resultan muy cercanas y hablan de temas muy necesarios que llegan al corazón de los jóvenes, quienes se ven reflejados y empatizan con los personajes antes de darse cuenta de que lo están haciendo. Skam ha sabido comunicarse con su público al que escuchan a través de las redes y tienen muy en cuenta a la hora de crear su contenido. Llegó a darse el caso de que durante la primera temporada, la ficción creó una cuenta en Intagram donde, según la historia, se hizo cyberbullying a Eva por haber sido infiel a su pareja. Los fans no pudieron quedarse quietos: denunciaron la cuenta hasta cerrarla y crearon otra donde tacharon de igual culpable al chico con el que se había enrollado, quien en ese momento también tenía novia. Skam se vio obligada a adaptarse a estos cambios dentro y fuera de la ficción, donde se desarrolló una trama de lo más feminista que dejó claro que aquí los culpables eran todos.

Y es que la lógica de la fragmentación ha conseguido que gran parte de la audiencia comparta la angustia de sus personajes cuando no recibe una llamada esperada, se ha peleado con su mejor amiga o incluso cuando intenta aparentar en redes sociales que todo está bien mientras su vida se derrumba. Skam es una serie que llega, que con sus pausas invita a reflexionar y que integra al espectador como a alguien más de su ficción. Nosotros, de momento, seguiremos mordiéndonos las uñas hasta ver el próximo clip.


Por Raquel Mocholí Roca

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